Reencontrandose


Nada como el misterio de la desorganización.

En ocasiones hay cosas que uno debe planear meticulosamente, otras veces no hay como dejarse ir, solo limitarse a disfrutar.

Aceptar planes descabellados, ir a lugares recónditos (y a veces inhóspitos).

Conocer gente nueva y en su compañía compartir alguna bebida, ya sea en una mesa, una esquina, en auto o caminando, no hay nada como mantener una hidratación constante.

No siempre es importante saber con cual bebida lo halagan a uno, en vez de concentrarnos en estos detalles… !deberíamos beber! regocijarnos y desear larga vida a quien tengamos mas cerca, o al anfitrión en caso de que lo haya.

Se oye un celular, débil, intentando ser oído. Quien atiende debe alejarse a una velocidad aceptable, las carcajadas, los gritos y ocasionales aullidos, confundirían al interlocutor, notaría el jolgorio y la alegría de personas que se divierten de manera saludable, pudiendo confundir esto con una simple y excesiva borrachera

Cosa harto alejada de la realidad.

No importa si de ésa llamada surge la fiesta mas divertida que pueda uno pisar, lo importante es que nunca uno va a saber que tan bueno sería el fin del camino si no lo recorre por él mismo.

Herramientas para esta travesia?

Son pocas, poquísimas diría, pero su valor es incalculable, contar con gente invaluable que apoye caprichos, tropiezos, con la infalible capacidad de hacer estallar una sonrisa, cual fuego de artificio, en nuestro atribulado rostro, cuando las penas aprenden a nadar y no hay champagne con burbujas capaces de encerrar el dolor, ellos aparecen de la nada.

Rasgan con un afilado cuchillo la tela negra que cubre nuestra cabeza, nos ponen en pié y con tres o cuatro certeras palabras, nos devuelven a nosotros mismos.

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